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Friday, March 11, 2005

Teoría General de la tanga verde limón

El tronco argumentativo de esta teoría se debe a mi amigo, semiólogo y comerciante, Michel Schwulera. Surgió como una derivación de la Teoría General del Godínez, chilango que viaja a Acapulco en Semana Santa, en su automóvil Galaxy año 74´, con una posibilidad real de quedarse a dormir en el carro, a orillas de la playa de Caleta.
En el proceso de formación del tipo ideal del Godínez, se acudió a varios paradigmas de la realidad cotidiana y apoyo documental. Uno de los apoyos bibliográficos de mayor utilidad, lo constituyó una película de los años setenta que incluía en su elenco a Alma Muriel, Jorge Rivero y Rogelio Guerra. Muchas de las escenas tienen lugar en una casa campestre de las afueras del Distrito Federal, desde donde hay que viajar cientos de kilómetros para llegar a la playa más cercana. Aunque no hace un día especialmente soleado, ubicamos a Rogelio Guerra acostado "a la Cleopatra", vestido solamente con una tanga verde limón, al parecer en el punto alto de su día, y, como dice Michel: "Enseñando el paquete". Ahora, Rogelio Guerra tenía en ese entonces (no sé ahora de viejo) cuerpo de tamal mal amarrado, cosa de la que, por lo menos, se salva su coprotagonista. Lo interesante de este modo de vestir (o de vivir, no sé), es que constituye un paradigma para cierto grupo de personas (¿Una secta?) que no conocen de edad, de moda o de sentido del ridículo. En uno de los viajes de verano a la playa, mis amigos y yo nos encontrábamos caminando por la avenida Costera, en Acapulco, y nos topamos con un discípulo de Rogelio Guerra: A punto de entrar a un VIPS (Donde vaya que es agresivo el aire acondicionado) se desplazaba, pavoneándose, un sujeto pálido y con cuerpo de gota (o de boya flotante, como se prefiera), usando, como es de esperarse, una tanga sacada de las peores pesadillas de Sor Juana. La realidad supera a la ficción, y lo cierto es que, luego de ver ese cuadro, nunca más pude ver igual los gabinetes de VIPS. Y es que el plástico ergonómico, antes que otra cosa, acumula calor, y el calor produce sudor... en fin.
Además, si el modelo que nos propone Rogelio Guerra es tomado en serio, no se necesita ni una alberca urbana para legitimar el uso de la tanga. Podría ser (como dice Michel, de nuevo), que encontrásemos al señor Guerra entrando a la catedral de Santa Prisca, en Taxco, acomodándose la tanga antes de sentarse a orar, y una vez más, haciendo la fila para comulgar. ¿Hacer el ridículo es pecado? O, porqué no, subiéndose, en tanga y en pleno aguacero de junio, al pesero que cubre la ruta de Tláhuac. Le otorgaría un nuevo sentido a la canción de Paul Anka "Pon tu cabeza en mi hombro", pues esos peseros siempre vienen llenos. Al final, cada quien es libre de seguir la ideología que quiera, y la verdad es que otras que gozan de mayor reputación, como el liberalismo social, no pueden tomarse mucho más en serio que la que aquí esbozamos. Eso sí, si optan por ella, eviten los vientos fuertes, el café caliente y las sillas de ratán, por ustedes y por nosotros, que caminamos en las mismas calles.

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